San Felipe, México – Es un cliché describir el pueblo de San Felipe como soñoliento. Sin embargo, las siestas fueron parte de mis cuatro días aquí.
 

El descanso y la relajación son los principales puntos de venta de San Felipe, un pueblo pesquero ubicado al lado de una tranquila bahía en la costa este de Baja California, lejos de las masas en Ensenada y Rosarito. De muchas formas, es Baja California clásica, con discreción y bajos precios. Un condo frente a la playa sin lujos fue nuestra entrada para un fin de semana lleno de sol, cenas de mariscos, y practicar kayak en las aguas serenas y tibias del Golfo de California – justo lo que las personas que viajan de mochilazo, como nosotros, prefieren.


Mi novio, Aaron y yo manejamos de L.A a San Diego, después manejamos por la Interestatal 8 al este hacia la frontera de Calexico un jueves del mes pasado. Compramos nuestra aseguranza mexicana obligatoria, obtenida en línea de Bajabound.com, a un precio de $35.


Al cruzar la frontera, Mexicali se desvaneció gradualmente mientras manejábamos al sur más allá del tráfico congestionado, hacia un desierto abierto en una carretera de dos carriles sobre la ruta 5. Alrededor de las 360 millas y siete horas después de Los Ángeles, llegamos a San Felipe. Las calles pavimentadas nos guiaron al Rancho El Dorado, sobre la carretera San Felipe – Mexicali (Ruta 5). Llamaban la atención inmediatamente los condos recientemente remodelados frente a la playa, que incluso deslumbraban después del atardecer, junto con la costa. Fuimos recibidos por un gerente amigable del sitio (Erick Ramírez), que nos registró en un condo frente a la playa que habíamos reservado en línea ($160 dólares por noche). Se encontraba bien amueblado, con dos recamaras, cada uno con su cama Queen, y baños individuales. Todas las casas tenían vistas a la playa, y asadores de BBQ.


Había 3 albercas disponibles para nosotros, una con un bar y restaurante a un costado de la alberca. Pequeños rectángulos de concreto – que parecen patios individuales – yacen en la arena suave, que está sombreada por palapas. A nuestro alrededor, familias jóvenes y parejas adultas se divertían, la mayoría de ellos eran californianos, si tomamos como indicación las placas de sus autos.


Justo cuando los matices rosas y purpuras pintaban a las nubes durante la puesta de sol, exploramos las vastas olas de la playa descalzos. El agua gentil del golfo de San Felipe deja cientos de yardas de bancos de arena y albercas a marea baja. El agua poco profunda de 70 grados y la arena sucia emitían un olor salado y sulfúrico, pero aún así disfrutamos el observar los rastros que dejaban las aves en la arena con sus patas, mientras que la brisa alteraba la superficie del agua mientras la luz se escondía.


San Felipe tenía más cosas que hacer aparte de descansar y cabecear. En nuestro primer dia – despejado y cálido – caminamos a lo largo del malecón, la avenida frente al mar de San Felipe, en búsqueda del lugar de rentas de Kayak que habíamos encontrado en línea. Puestos de tacos de pescado, cantinas y tiendas vendiendo sombreros, toallas para playa y recuerdos de cerámica se alineaban a lo largo del lado terrestre de la avenida. Del otro lado, había letreros que promocionaban camarones frescos en venta por kilo, ofrecidos por los habitantes desde hieleras en la parte trasera de sus camionetas… Pero no encontrábamos los Kayaks.


Esa misma mañana pasé por unos cuantos barcos pesqueros pequeños, o pangas, que estaban estacionados en la arena, o flotando en las aguas poco profundas. Los vacacionistas emprendedores pueden rentar uno e intentar atrapar la cena con ayuda de un guía. No había solicitantes en ese momento, solo gaviotas  y pelicanos posando en los botes blancos. Unos cuantos turistas paseaban a lo largo de la playa, donde cangrejos medio enterrados yacían junto con las mantarrayas que habían sido traídas con la marea.


En la parte norte de la bahía, yace un faro a los pies de un cúmulo de rocas. Una tarde intentamos subir las desgastadas escaleras que guían a la encalada capilla del a Virgen de Guadalupe, que se encuentra llena de flores y velas.

 

Yendo de regreso hacia el malecón, pasamos cerca de un hombre que murmuró algo sobre rentas de kayak. Se trataba de Roger Aubuchon, el sujeto que estábamos buscando (y que pasamos por accidente dos veces).


Roger, 54, y su esposa, Teddi, 56 son expatriados del Sur de California, que han llamado a México su hogar por casi siete años. La pareja manejó una tienda de surf en Rosarito por seis años, y después dejaron ese pueblo turista en busca de aguas más tranquilas.


“Sin Restricciones” comenta Roger de la vida en San Felipe. “Es verdadera libertad”.


Ahora se dedican a rentar bicicletas, botes de pedales y otros dispositivos acuáticos – a $15 la hora para nuestro kayak en el océano para dos personas (o en nuestro caso, $20 por 80 minutos).


Aaron y Yo pedaleamos a través de pelicanos indiferentes y un bote de pescadores, y alrededor de un farol rocoso. El agua cristalina brilló con la luz del sol, y el único sonido a nuestro alrededor era el movimiento de nuestros pedales.


Los ATVs (vehículo todo terreno), estaban disponibles y en renta en las calles por $30 la hora, lo cual son una buena opción. Los vimos manejar a lo largo de la avenida principal hacia las dunas de arena más cercana. Una compañía se encarga de rentar los ATVs y dirigir expediciones en las dunas de arena a lo largo de camas de fósiles, minas turquesa, y jardines de cactus por precios de $30 a $35 por persona. La espontanea explosión de fuegos artificiales, encendidos por los residentes locales de la playa, fueron muy emocionantes.


El Pescado más fresco Muchas comidas las tuvimos en el restaurant Taco Factory, donde la comida era decente – especialmente el grasoso y jugoso camarón jumbo – y el servicio era relajado, al verdadero estilo de San Felipe. El desayuno fue lo más memorable. Desde el patio restaurante, pude ver el cielo y el mar cambiar sus tonos de azul mientras devoraba un omelet a la mexicana y una buena porción de hot cakes – además de una mordida de los huevos revueltos con mantarraya de Aaron.


Una noche, con una fría cerveza Tecate en el restaurante Rosita’s, disfrutamos de tacos preparados con tortillas hechas a mano, y pescado tan fresco ¡que estaba para tirarse!


El punto culminante del domingo fue una suntuosa comida en Baja Mar, la cual Erick, el gerente de la propiedad, nos había recomendado como el mejor lugar del pueblo. El lugar se encontraba abarrotado con una gran cantidad de turistas. Con manteles de lino y guitarristas en el lugar, el lugar era muy diferente a las sillas de plástico de playa ubicadas en Rosita’s. Las tenazas de cangrejo empanizadas, la langosta y el pastel de queso estuvieron increíbles, aunque relativamente costosos. La multitud, una mezcla de locales y turistas, era joven y relajada.


Ninguna visita a San Felipe estaría completa sin una visita a Rockodile, el club de baile y bar coloridamente pegajoso, lleno de ritmo y amigable con los gringos, ubicado en el malecón. Sirve bebidas extremadamente costosas, y reproduce hits de hip-hop mezclados con pop latino. Un mesero emocionado y rudo nos llevó a nuestra mesa, y trajo inmediatamente mi gigantesca y potente margarita, y dio un estridente silbido a un grupo de muchachas en otra mesa para motivarlas a que tomaran shots.


Más allá de la zona turística en el centro, las carreteras de tierra llevan a pequeñas tiendas de belleza, tiendas de electrónicas de segunda, y puestos de pollo asado. Una compra rápida en la Avenida Mar de Cortés – que tiene una modesta galería de arte, sports bar, y café internet (abierto únicamente los fines de semana) – brinda acceso a cerámica pintada a mano muy barata. (Restaurantes más grandes y hoteles tales como El Cortez aceptan tarjetas de crédito, pero muchos negocios pequeños aceptan únicamente efectivo, y los dólares son ampliamente aceptados). Aunque en realidad, la mayor parte del tiempo la pasamos fuera, también pasamos el rato tomando siestas, leyendo y viendo hacia el mar. Montar el toro fue una de las actividades que no pudimos intentar antes de marcharnos.